Trabajo Anual
Año 2020


Para la
Dama Gran Maestre
De CAFH

Tabla # 30 de Solitarios de New York
y
Tabla # 209 de Patrocinados De Miami


Trabajo Anual

“Mis relaciones”

Grupo de Damitas, Escuderos Y Pajes Patrocinados y Escuderos Solitarios

Damita Patrocinada Secretaria
Escudero Patrocinado Lector
Escudero Patrocinado Archivero
Escudero Solitario Orador
Paje Patrocinado Llavero


INTRODUCCIÓN

A principio del año estudiamos el curso “Vivir en Relación” el cual nos recordó que vivimos en relación sepámoslo o no, querámoslo o no y que en esa medida nuestros actos, pensamientos, palabras, decisiones afectan a todo nuestro entorno.

En la medida que hacemos conscientes nuestras relaciones nos sumamos a un proceso constructivo para la evolución de la humanidad.

Cada integrante del grupo, elegirá algunos aspectos de la relación que quiera trabajar. Identificará un punto de partida, tratará de mantenerse consciente en sus relaciones diarias, hará sus anotaciones y luego sacará unas conclusiones para compartirlas en este trabajo anual.

La meta es lograr vivir cada vez más conscientes y observar los beneficios de mantenernos así en la vida cotidiana, tratando de transformar el ambiente en el que nos movemos.

LA RELACIÓN CONMIGO MISMA

La relación conmigo misma este año se ha hecho más consciente por el tema de la “Pandemia” que nos ha mantenido un poco más quietos y encerrados. Siento que me he desacelerado y he tenido más tiempo para analizarlo y ver mis acciones, mis reacciones, la forma cómo empleo mi tiempo. La relación conmigo misma se ha hecho más consciente, pero en esa medida mis defectos y dificultades también se han hecho más conscientes. Veo con tristeza, que cuanto más trabajo en una dificultad, ésta con el tiempo vuelve a salir. Sin embargo, sigue siendo el campo sobre el cual tengo que seguir trabajando y evolucionando.

A medida que van pasando los días y continúo observándome, descubro que cuando me hago más consciente y vivo más en el presente, todo tiene mayor sentido. Voy comprendiendo la perfección de los momentos, puedo tomar decisiones más claras y acertadas, sé que hacer y hacia dónde moverme. Viviendo en el momento presente siento como si el tiempo pasara más despacio y yo tuviera más tiempo para hacer las cosas. No me desgasto en banalidades. ¡La sensación es maravillosa! El pequeño problema es que los momentos de presencia plena duran muy poco. La mente me saca constantemente y me distrae en pensamientos inútiles y poco productivos. Entonces el trabajo está en tratar de volver al momento presente cada vez que me descubra fuera de él.

He descubierto también que aunque el trabajo interior en la relación conmigo misma parezca muy personal, da sus frutos sólo cuando me relaciono con los demás. En ese momento es donde pongo en práctica lo aprendido y lo observado para el beneficio mío y de todos lo que me rodean.

LA RELACIÓN CON LA SOCIEDAD

En este aspecto trabajo la relación con las personas que tengo más cerca, porque es lo que puedo observar mejor. Descubro que hay muchas personas con las que me siento muy a gusto y experimento gran empatía y sin embargo hay otras personas que no me gustan, por decirlo de alguna manera y mi relación con estas personas será mi motivo de observación y trabajo.

Para empezar, analizaré: ¿por qué este grupo de personas no me gustan? Y descubro lo siguiente:

– Porque piensan diferente a como pienso yo

– Porque no están de acuerdo conmigo

– Porque no comparto sus emociones y reacciones

– Porque no me gusta su energía

– Porque no encuentro en ellas nada que me interese

– Porque siento que al compartir con ellas pierdo el tiempo

– Porque los siento lejos de mis afectos, separados de mí

– Porque no me interesan

Mi trabajo sobre este grupo de personas también fue aplicar la conciencia y la presencia y en esa medida la percepción de todo fue cambiando. Descubrí que cuando estoy presente y consciente ante la presencia de alguna persona que aparentemente no me gustaba, puedo percibir a estas personas en una forma diferente, ya no me molesta tanto su cercanía, tengo más paciencia, juzgo menos, puedo respetar las diferencias. Una vez más encuentro la dificultad de no poder permanecer en ese estado por mucho tiempo, pero sabiendo lo beneficioso que trae la presencia, cada vez que me descubro juzgando, vuelvo a intentar estar consciente y presente.

En la medida que me hago consciente de la importancia de la sana interrelación a través de la participación, tomo y acepto mi parte y la de los demás en la vida cotidiana. Dejo de ponerme por encima de los demás, sino al mismo nivel. Comprendo que no hay nada que juzgar ni que controlar, que todos tenemos un papel a desempeñar para que podamos vivir en equilibrio y armonía.

LA RELACIÓN CON LOS PROBLEMAS Y DIFICULTADES

Cuando experimento problemas y dificultades siento inicialmente que me bloqueo, me indispongo, me desbalanceo, me desgasto y no puedo pensar claramente. Quiero salir corriendo, quiero encontrar alguien que me ayude a solucionar o a quien entregarle el problema, quiero esconderme para evitarlos. Después de indisponerme y gastar mi energía con excusas y formas de evasión descubro que la única que puede solucionar la situación que me molesta soy yo y que al no tener otra salida me tengo que sentar a ver qué pasa con la cabeza fría para poder ver las situaciones más claramente. Al principio no veo la salida, pero en la medida que me hago responsable y aquieto mi mente dejando por fuera las excusas y las explicaciones innecesarias, empiezo a encontrar posibles soluciones. A veces descubro que gasto mucha energía y tiempo en preocupaciones antes de verlas con objetividad, por estar tratando de escapar y no apropiarme de la solución.

Descubro que cuando practico la conciencia y la presencia, los problemas realmente no existen, solo son situaciones que requieren ser atendidas. Si puedo hacer algo para solucionar lo hago y si descubro que no tengo nada que hacer no lo hago y no me desgasto innecesariamente. Acepto mi responsabilidad y no busco excusas. No gasto mi energía innecesariamente, vivo más tranquila, con menos ansiedad y menos estrés.

Cuando me distraigo todo vuelve a ser un motivo de preocupación y desarmonía. De nuevo el trabajo está en permanecer consciente y presente.

A través de esta experiencia voy comprendiendo que la vida está llena de situaciones que se van presentando con el objetivo de hacernos evolucionar y crecer y cuando aprendo a ver la vida de esta forma, aprovecho cada oportunidad para sacarle siempre lo mejor y participar de la mejor forma posible para que tenga el mejor efecto posible, no solo en mi vida sino en la de todos los que me rodean.

LA RELACIÓN CON LO ESPIRITUAL Y EL ENTORNO

En forma general, en esencia, el ser humano es espiritual, aunque esta realidad se haya diluido en medio de las prácticas religiosas. Nuestra espiritualidad viene desde adentro, es una especie de fuerza interna que dinamiza las dimensiones de nuestro ser. La religión busca externalizar dichas manifestaciones, principios y creencias. Ser espiritual es avivar las posibilidades de estar permeado por el mundo de Dios; independiente de la creencia que se tenga en él, la espiritualidad es siempre estar dispuesto a recibir de su esencia la luz, fuerza y bondad con la que puede llenarnos. Pero, ¿ha permitido la religión consolidar este proyecto humano – divino? La finalidad de Dios en relación con el nosotros es su felicidad: ¿es posible alcanzar este ideal? Nosotros como humanos avanzamos y nos desarrollamos.

La espiritualidad es la puerta que moral y éticamente está abierta a las vías de la transformación, entendida ésta, como aquella apuesta que posibilita la significación de cada espíritu y la expansión de nuestros ideales. Siempre con miras al entorno, a lo nuestro, a aquello que nos es, de lo que soy parte sin perder mi esencia, porque es precisamente esa esencia, la mía y la del otro o lo otro, la que construye el mundo, la cultura, la vida. Nuestro mundo cada vez es más espiritual, no en el sentido tradicional del término, más sí en el valor que se le da a la trascendencia del espíritu desde múltiples significaciones. La cuestión está clara: la espiritualidad siempre abrirá camino a la transformación.

Y pareciera que la humanidad que nos corresponde se nos escurre entre los límites del tiempo y el espacio; pues en medio de las múltiples circunstancias por las que atraviesa la condición humana nos encontramos de cara a la realidad del Otro y de lo Otro como esencias vivas, cooperadas y necesarias de la misma condición de finitud que nos acompaña.

Desde la misma experiencia, in-experimentada, del nacimiento, las personas trasiegan por las coordenadas de la historia que las reclama, las apresta y lanza a la misma vida: nunca serán lo que son ni llegarán a ser lo que sueñan, si anclados a la experiencia de vivir, no construyen conocimiento de vida que esté permeado por la esperanza. Y la esperanza es una categoría netamente espiritual, que debe ser emancipada para generar el impacto que se espera. La vida debe ser pensada, reflexionada, trascendida ¿qué mejor que la espiritualidad para hacerlo? Lo que queda en juego es la manera como se está entendiendo la espiritualidad. Desde el tiempo o sin él, siendo conscientes de esta finitud que nos acompaña, cada posibilidad de ser nos lanza al abismo de la cultura, para interpretarla, significarla y subjetivarla; donde la espiritualidad es herencia cultural. En todo caso, seremos lo que nos permitan, lo que nos enseñen, lo que aprendamos, lo que soñemos. Lo que permitamos ser al Otro y a lo Otro. Nuestra humana condición de aprendices reclama la sublimación del espíritu, para anclarnos a la no finitud de ser y estar en cada resquicio de tiempo e historia, como sujetos subjetivados que resignifican el pasado, transforman el presente y construyen el futuro. En otras palabras, somos sujetos en constante estado de emancipación espiritual. La clave será problematizar la espiritualidad, para comprenderla, reflexionar y permitir que llegue decantada a la práctica cotidiana.

En la relación humana, al aprender más acerca de alguien y sentir una conexión, se establecen condiciones de relación concatenadas en los siguientes parámetros:

  • Vulnerabilidad, siendo ésta la disposición de abrirnos hasta otra persona. En esta etapa, no sólo ofreciendo hechos a otra persona sino también eligiendo compartir. ¿Cómo te sientes acerca de algo o de alguien? Ser vulnerable requiere constante riesgo porque se pone algo sobre uno “ahí fuera”, sin ninguna garantía de cómo será recibido.

Creo que es nuestra responsabilidad como ser espiritual, ser vulnerable con los demás y tener relaciones profundas que persiguen realmente conocerse.

¡Esta es una elección que hacer, más elegir y más saber lo que se ve y se siente!

En este nivel es donde se divide el flujo de las relaciones en uno de dos resultados: Si elegimos ser vulnerables o abrir, para bajar sus “muros de protección,” a riesgo con alguien que se sentirá aceptado o rechazado.

  • Rechazo: ¿Qué nos hace sentir rechazados cuando compartimos algo personal? Podemos conseguir reírnos, criticar, rechazar, ignorar, avergonzar, etc… Así es la respuesta natural cuando hemos sido rechazados.
  • Caídos: No nos gusta esta sensación de rechazo por lo que decidimos que nunca iremos allí otra vez con esa persona (o personas). En la elección de esta respuesta una y otra vez, nos convertiremos en seres poco compatibles.
  • Impenetrable: tendemos a construir muros contra las personas cuando nos han lastimado. ¿Pero si lo hacemos demasiado y con demasiada gente, adivinen qué? Nos quedaremos estancados.
  • Superficial: significa que permanecemos en un estado de soledad y aislamiento. Esta no es la voluntad de Dios; Él nos hizo para relacionarnos. Lamentablemente, cuando alguien decide (y es una decisión), para vivir así, tiende a vivir una existencia triste, solitaria y amarga. Y, si esto continúa durante mucho tiempo, se desarrolla generalmente un corazón endurecido. Establecemos relaciones y una de las razones es porque necesitamos aliento para guardarnos o crear una coraza de protección.
  • Aceptación: Este es el otro resultado posible de la vulnerabilidad. Cuando queremos compartir algo personal y es recibido con la escucha atenta, pregunta sincera, buen contacto con los ojos y emoción compartida, sentimos la seguridad de ofrecer más. Tomamos un riesgo relacional y sus mejores resultados es creando contacto con nosotros en estrecha relación con el otro.

Cuando nos sentimos aceptados, esto nos lleva a ofrecer más de Uno mismo, trasladado en la divulgación: compartimos con más profundidad y significado, como nuestras esperanzas, nuestros miedos, nuestros deseos, cosas importantes que revelan nuestro verdadero yo. Hacemos afirmaciones como, “Me siento… Creo… Yo soy…” Y esto nos deja sintiendo más conocido y entendido. Ahora estamos en la semilla, la causa subyacente de este proceso. Somos hechos a imagen de Dios y él habla muy específicamente sobre la importancia de conocerlo. Así que es lógico que, como seres humanos hechos a su imagen, también ponemos un valor alto en ser conocido. Como nos sentimos reconocidos y entendidos por el otro, experimentamos el “Amor ágape”; este es un amor sin condiciones. Es un amor que no dice, “Te amo si…”, pero dice, “Te amo, punto.” Ágape no se basa en nada que hacer o no hacer, es incondicional.

LA RELACIÓN CON UNO MISMO

Dentro de la capacidad de entendimiento, sumando mis virtudes y limitaciones, creo que durante este tiempo voy comprendiendo cada vez más y mejor que la relación conmigo mismo se basa en varios factores que están interrelacionados, ya sea respecto a la ontogenia histórica, pasando por el tipo de educación recibida, adicionando la calidad de alimentación más la inter-relación con la sociedad y el medio ambiente. Al mismo tiempo voy entendiendo que cada uno tiene una misión la cual viene desarrollando en este hermoso tiempo y espacio.

Mientras transcurren los días, voy entendiendo que sólo sé que nada sé 🙂 y que somos una pequeña chispa divina en un vasto y complejo universo, el cual puede danzar con nosotros a nuestra sincronía, estimularnos a seguir su ritmo o a aprender a danzar de una manera diferente.

Realmente creo que la relación conmigo mismo es un constante aprendizaje, definitivamente es un proceso de evolución consciente e inconsciente el cual está encaminado hacia un horizonte de bien común (esa es una percepción muy propia)

Parte de la relación con mi persona, comienza con el agradecer a la vida, admirar la creación, alimentarme sanamente, algunas veces decir salud con un buen vino o varias cervezas 🙂 también es hacer deporte, leer libros interesantes, amar al amor, buscar la naturaleza, tratar de seguir el ciclo de la vida y descansar y/o dormir mínimo 8 horas (soy medio osito). también parte de la relación conmigo mismo es: sobre exigirme, pensar mucho antes de hacer las cosas, ser muy analítico, buscar la evidencia científica, algunas veces ser un poco loco, porque “poco coco como, poco coco compro”. Parte de la relación conmigo mismo es tratar de entender que el dolor es parte del desapego del ser humano.

RELACIÓN CON LA SOCIEDAD

Esta es la parte más sensible del vivir, porque creo que somos tan diversos, hay mucha energía pensante alrededor, hay mucha complejidad, hay mega diversidad de seres alrededor nuestro. Siendo que la energía no se crea ni se destruye… solo se transforma!!! Siento que mi relación con la sociedad está en la dirección (claro que también está influenciada por toda esa herencia) de buscar la justicia, la participación, el entendimiento, la compasión, el trabajo, la entrega, el sacrificio, la alegría, el desarrollo con las demás personas. Creo que Cafh me está dando las herramientas necesarias para poder abrir mejor los ojos y entender que somos un todo con el todo y que parte del infierno o cielo, bien o mal, positivo o negativo, son caras de una misma moneda. Dentro de mi relación con la sociedad aprendí a abrir las posibilidades, sigo aprendiendo que la egoencia es un buen inicio para poder estar en mejor estado para relacionarse con la sociedad.

RELACIÓN CON LOS PROBLEMAS Y DIFICULTADES

“Uau”, esta parte es la más difícil, soltar el ego, la soberbia, rendirse a ese pseudo machismo heredado… personalmente me vuelvo como una tortuga que se protege bajo su propio caparazón. pero después de cierto tiempo de análisis, introspección, vuelve a salir con las ideas, sentimientos y respuestas mucho más claras. Busco la honestidad en mis acciones y reacciones para entender los problemas que vienen relacionados a estos factores o en el caso de ayudar a otras personas con la mediación o resolución de conflictos, veo la importancia de escuchar a todas las partes involucradas en el problema y leer no solamente su fundamento, también entender su ontogenia e intuir en el porqué de esas reacciones. El factor tiempo es sumamente importante cuando hay problemas, me considero una persona lenta pero segura. Siendo que el tiempo es relativo, me tomo con cuidado para poder escuchar, entender, asimilar, juzgar, no dogmatizar y buscar varias opciones de solución. Adicionalmente también hago el ejercicio de la oración que también aporta un granito de arena en el éter, para que esta llegue a la(s) persona(s), zona(s) en conflicto.

MIS RELACIONES

La naturaleza y los seres humanos estamos íntimamente unidos en una relación inseparable, que muchas veces ignoramos por completo. Vivimos siempre en relación con algo. Nuestra consciencia interna capta el mundo externo a través de nuestros sentidos físicos, en una comunicación que se establece por medio de una compleja red de relaciones.

Lo que percibimos es interpretado por nuestra mente consciente (e inconsciente) de manera subjetiva. Nuestra parte emocional e intuitiva también establece profundas relaciones en todo momento con nuestro mundo externo e interno. Somos seres en relación permanente. Estamos interconectados con el universo de maneras que ni siquiera sospechamos. La clase de relaciones que establecemos con el mundo que nos rodea y con la sociedad en que vivimos define quienes somos en realidad.

Durante este año, debido a la pandemia del coronavirus, he tenido mucho tiempo libre. Esto me ha permitido profundizar mucho en la relación más importante que tengo: la relación con mi propia consciencia interior. En mi opinión, interpretamos el mundo de acuerdo a la forma con que nos relacionamos con nuestro propio ser. Aunque parece obvio que uno siempre está en relación consigo mismo, muchas veces no somos plenamente conscientes de ello.

Si realmente tuviéramos un profundo amor propio, nos trataríamos a nosotros mismos de una manera muy diferente: Haríamos más deporte, comeríamos más saludablemente, no perseguiríamos metas imposibles, perdonaríamos las cosas que hemos hecho mal y seríamos mucho más felices y vitales.

Mi vocación espiritual y mi ascética de renuncia me han ayudado a conocerme a mí mismo. Últimamente he tenido la oportunidad de participar en una actividad llamada ‘El cuarto de oraciones de Cafh’: una reunión online que realizan diariamente muchos hijos de Cafh de todo el mundo a una hora determinada. En este encuentro virtual me he sentido muy conectado con seres increíbles que comparten un deseo mutuo de orar por el bienestar de la humanidad. A través de esta vivencia espiritual he podido vivenciar lo que Cafh es realmente: Una reunión de almas que busca el bien de la humanidad por medio de un trabajo común y una búsqueda de desenvolvimiento interior. Esta experiencia de participación colectiva ha sido realmente maravillosa para mí, ya que me hace sentir parte de una comunidad que busca darle un sentido espiritual a sus vidas.

Durante este tiempo de Coronavirus he podido salir con mi padre a caminar en varias ocasiones. La ciudad de New York habilitó varias calles para que fueran peatonales durante el día. Esta actividad me ha permitido hacer algo de ejercicio físico y estar en contacto con el mundo exterior. Yo he estado muy aislado en mi apartamento durante los últimos siete meses, ya que no quiero contagiarme del coronavirus ni transmitírselo a mi padre por accidente. Ha sido muy difícil para mí estar encerrado durante todo el verano, ya que normalmente me gusta salir a los parques y a la playa a tomar el sol y a divertirme con mi familia y amigos.

Aunque la pandemia ha cambiado todas mis relaciones cotidianas, considero que esta compleja situación ha sido buena para mi desarrollo espiritual. Esta enfermedad está cambiando la conciencia colectiva de nuestra sociedad, ya que nos está permitiendo apreciar, de una forma nueva, las cosas más sencillas y valiosas de la vida. Hemos aprendido el valor de compartir el contacto físico con los demás, dar la mano a un amigo, disfrutar de buenos momentos en el interior de un restaurante, ver las sonrisas en el rostro de nuestros seres queridos o dar un simple abrazo de cariño. Todas estas actividades que antes considerábamos ordinarias, se han convertido ahora en un privilegio casi inalcanzable.

Hay un dicho popular que dice: ‘Lo que no nos mata, nos hace mucho más fuertes’. Yo creo que los seres humanos nos hacemos fuertes cuando compartimos momentos de dolor y adversidad. Lo que estamos viviendo ahora ha cambiado nuestras relaciones y nuestra participación con todo lo que nos rodea. Esta pandemia global nos ha sacado de nuestra zona de confort y ha puesto en evidencia nuestra vulnerabilidad como especie. Ahora entendemos que un organismo tan simple como un virus, puede amenazar toda nuestra forma de vivir. En los Estados Unidos, por ejemplo, estamos aprendiendo que es más importante la salud de las personas que el obtener beneficios económicos inmediatos.

La pandemia ha hecho que mi trabajo habitual en un restaurante quedara en suspenso durante varios meses. Afortunadamente, la ayuda que el gobierno otorga por el desempleo me ha ayudado a sobrevivir durante estos duros momentos. Antes yo gastaba una gran parte de mis días trabajando, pero ahora tengo mucho más tiempo libre para dedicarme a actividades que me gustan mucho y que tenía abandonadas.

En este año he tenido tiempo de desarrollar ampliamente mis capacidades artísticas y creativas. Por ejemplo, he vuelto a pintar a lápiz imágenes que encuentro interesantes en internet. Aunque no tengo gran talento, esta actividad siempre me ha gustado mucho. Es mi forma personal de hacer trabajo manual. También me fascina leer literatura de ciencia ficción y durante este tiempo de descanso obligado, he tenido la posibilidad de empezar a escribir mi propia novela fantástica. No creo que llegue a publicar alguna vez algo, pero esta actividad creativa me ha permitido darle rienda suelta a mi loca imaginación y ser muy feliz. Escribir ha sido toda una gran aventura para mí. Es una gran pasión que me permite ahondar en los laberintos de mi propia mente. Plasmar mis ideas en palabras es un poderoso catalizador que me da la posibilidad de exteriorizar todo lo que hay oculto en mi interior.

A mí me gusta mucho la política y este ha sido un año de elecciones presidenciales. He tenido mucho tiempo para analizar lo que nos transmite la televisión, las noticias y las redes sociales acerca de la situación social, económica y política de los Estados Unidos. Esta confrontación con la realidad social me ha permitido establecer una relación diferente con los problemas más apremiantes de la sociedad en que vivo. Independiente de mis convicciones políticas, he tratado de ponerme ‘en los zapatos’ de los diferentes grupos en conflicto. Esto no ha sido una tarea fácil, porque la sociedad norteamericana está muy dividida y polarizada en su forma de ver el mundo contemporáneo.

Tratar de entender a los que consideramos distintos a nosotros ha sido un buen ejercicio espiritual de participación. Es fácil establecer buenas relaciones con las personas que piensan y actúan como yo, pero aprender a aceptar y amar a los que se comportan de una forma completamente diferente a uno, es algo más difícil. Para algunas personas puede ser todo un desafío.

El planeta tierra es un lugar muy complejo y diverso. Yo creo que en lugar de tratar de homogeneizar a todos en una misma forma de ver el mundo, debemos aprender a convivir y aceptar las diferencias que tenemos entre nosotros. ¡La diversidad de los colores es lo que le da su gran belleza al arco iris!

He aprendido, que independientemente de las ideologías políticas que pueden dividirnos, todos los seres humanos tenemos básicamente los mismos ideales y sueños. Son más las cosas que nos unen como especie, que las que nos separan. Me gusta ver las cosas desde muchos ángulos diferentes. He aprendido que para participar realmente con las otras personas que me rodean, no debo intentar amoldarlas a los estereotipos mentales que yo pueda tener sobre sus vidas. 

Cada ser humano debe ser libre para poder ver la realidad desde su particular punto de vista. Me gusta imaginar que la Divina Madre observa nuestro bello mundo a través de los ojos de cada una de las criaturas vivientes que lo habitan. Creo que todos aportamos algo valioso y único al gran conjunto de la existencia. Por eso es trascendental aprender a respetar a cada ser viviente (y no viviente) con los que compartimos el milagro de existir.

Es importante darle a cada uno la oportunidad de ser, lo que realmente quiere ser; independientemente de lo que nosotros deseamos que ellos sean. Aunque no estemos de acuerdo con las creencias, ideas o comportamientos de los demás, debemos respetarlas.

¡Seremos libres en la misma medida en que permitamos la libertad de las otras personas! ¡Debemos aceptar a los demás tal como ellos son! Esto es válido para nuestra familia, amigos, vecinos y compañeros de trabajo. Aunque este principio de participación parezca obvio, es algo que se olvida con bastante frecuencia. La no aceptación de las diferencias es la base de muchos prejuicios, desigualdades y conflictos en nuestra civilización contemporánea.

Hace poco escuche a un rabí judío citar una frase del Talmud que me llamo bastante la atención:

“No depende de ti hacer el trabajo, pero no estás exento de intentarlo”.

Creo que la vida no nos obliga a mejorar nuestras relaciones, pero deberíamos siempre intentarlo. Cada uno sabe dónde están las debilidades que podemos mejorar. Igualmente, todos sabemos los potenciales que podemos desarrollar. Este año he aprendido a aceptarme tal como soy, con todas mis fallas y virtudes. Esto ha establecido una nueva relación con mi propia consciencia. Ya no parto de lo que debo ser, sino de lo que soy. ¡He aprendido a amarme más a mí mismo!

El maestro Jesús dijo un pensamiento muy hermoso: “Ama a los demás como a tí mismo”. Pienso que esta frase puede ser interpretada de una manera nueva: Si te amas realmente a ti mismo, puedes aprender a amar a los demás. Si establecemos relaciones sanas y edificantes con nuestro propio ser, las demás relaciones que tenemos pueden también cambiar y mejorar. Si deseas conocer, amar o transformar el mundo que te rodea, empieza conociéndote, amándote y transformándote a ti mismo.

¿Y nuestra relación con Dios? Creo que esto depende de lo que pensamos que es Dios. Yo creo que en el universo hay un orden inteligente sublime que controla y unifica todo. La naturaleza funciona de una manera tan armónica, que encuentro imposible negar la presencia de un creador universal. Yo pienso que esta gran consciencia existe en una realidad que sobrepasa todas las definiciones humanas y antropológicas que inocentemente le atribuimos.

Aunque este gran ser está mucho más allá de nuestra comprensión, puede ser vivenciado en nuestras vidas si ponemos nuestras conciencias en ‘la frecuencia correcta’. Esta fuerza, que los hijos de Cafh llamamos la Divina Madre, está en el interior de cada ser humano. Yo creo que cuando mejoramos las relaciones con el mundo que nos rodea y con nuestro propio interior, estamos mejorando también nuestra relación con este poder creador vivo que unifica todo lo que existe. No somos creaciones insignificantes de un poderoso y lejano Dios, perdidos en un pequeño planeta del vasto universo. Somos partes integrantes de una consciencia universal, inteligente y bondadosa que lo abarca todo.

Cuando nuestras relaciones están más allá de nuestros intereses egoístas e individuales, podemos entrar en comunión mística con este ser que mora en nuestro interior. Creo que hay muchas maneras diferentes de establecer una relación con la Divinidad. Siempre me ha gustado estudiar las leyes físicas de la naturaleza y aunque pueda parecer paradójico, yo encuentro a Dios en los principios naturales descubiertos por la ciencia. Creo que, por medio de disciplinas como las matemáticas y la física, podemos conocer un poco de la mente ilimitada de Dios. En mi opinión, muchos de los conceptos más modernos de la física cuántica, guardan mucha semejanza con principios espirituales conocidos desde hace cientos de años por civilizaciones antiguas.

Otra forma de establecer una relación con Dios, es a través del contacto directo con la naturaleza: Cuando nos permitimos estar en armonía con todo lo que nos rodea, cuando nos extasiamos ante la belleza indescriptible de un atardecer, o nos abrimos a experiencias enriquecedoras como abrazar un árbol, sentir la lluvia o caminar descalzos por la playa, la compleja belleza del mundo empieza a hablar a nuestros sentidos dormidos.

Cuando nos colocamos en silencio interior, un sutil estado de percepción puede surgir en nosotros, una dimensión interior donde sabemos que somos parte integral de un todo ilimitado. Estos estados místicos no son imposibles de alcanzar en nuestra vida cotidiana, creo que son más comunes de lo que pensamos. A veces una relación de amor desinteresado hacia otro ser, puede llevarnos también a elevados estados de consciencia. Pienso que podemos encontrar nuevas relaciones con la Divina Madre por medio del arte o hasta con los deportes. La danza, la música, la pintura, o cualquier otra actividad que realmente disfrutemos pueden llevarnos a místicos niveles de percepción.

Todos podemos establecer una relación con Dios de una manera personal e individual, lo único necesario es buscarlo con una mente amplia y estar dispuestos a elevar nuestra consciencia. La meditación en nuestro ser interno, vivir en el momento presente, la oración profunda desinteresada o simplemente estar sincronizados con el profundo dolor de otros seres, nos puede ayudar a establecer una relación real con la Divina Madre.

El 31 de diciembre del 2019 tenía muchas expectativas y planes de cómo sería el año 2020, pero la vida tenía otros planes muy distintos para mí y para la humanidad. Esto me dio una gran lección espiritual: Aunque es bueno hacer planes para el futuro, existe una gran posibilidad de que dicho futuro no será exactamente como lo planeamos. Por esto creo que es importante establecer una relación con el momento presente, ya que gastamos mucha energía pensando en las cosas que ya pasaron o en un futuro que no conocemos.

Este año he tratado de centrarme en el aquí y el ahora, tratando de disfrutar y aprender de cada experiencia que voy viviendo.

La enseñanza nos habla de la relación entre nuestras debilidades y fortalezas. También de la relación entre nuestros problemas y dificultades. En este tiempo de descanso he estado leyendo dos libros que me han ayudado muchísimo a entender estas relaciones: ‘Enamórate del lugar en que estas’ y ‘La senda del reposo’, ambos escritos por Jeff Foster. Este escritor nos dice que todas las crisis que se nos presentan en la vida son oportunidades únicas para sanar. Él nos invita a “confrontar nuestras sombras, miedos y anhelos más profundos, esas partes secretas de nosotros mismos que hemos negado, reprimido o considerado negativas o indignas de nuestro amor”.

Estos libros y las enseñanzas de Cafh, me han enseñado durante este año que las relaciones que establezco con el mundo me convierten en un ser único e irremplazable. He meditado mucho sobre lo que soy y he establecido nuevas relaciones conmigo mismo. He aprendido a relacionar mi ‘lado luminoso’ con ‘mi sombra inconsciente’. Antes, rechazaba los aspectos de mi personalidad que no consideraba muy espirituales. Era como barrer y ocultar luego la basura debajo del tapete. Ahora estoy aprendiendo a confrontar y aceptar todos los aspectos de mi vida, los buenos y los malos, ya que ambos definen lo que soy.

Vivir en relación es dejar que la vida nos toque y nos transforme por completo. Una ley física nos dice que donde hay una acción, habrá inevitablemente una reacción. Creo que cuando establecemos una relación con algo, lo que sea, siempre habrá una transformación entre las partes involucradas. Relacionarnos con algo, es transformar ese algo y transformarnos a nosotros mismos en el proceso. Hasta mirar una lejana estrella en el firmamento, crea una relación directa entre ese sol lejano y nosotros, no importa que estemos separados por una distancia inconmensurable y una realidad temporal diferente. La vida misma es relación constante, cambio y transmutación. ¡Es importante apreciar el carácter casi sagrado de todas las relaciones que tenemos en nuestra vida!

Yo quiero establecer nuevas relaciones con todo lo que me rodea. Relaciones que me ayuden a expresar todo mi potencial. El mundo está lleno de una magia especial, pero somos demasiado ciegos para descubrirla. Si la vida es un conjunto de interconexiones, entonces debemos aprender a establecer las mejores relaciones posibles. Aunque las circunstancias de nuestra existencia pueden forzarnos a tomar un destino que parece predeterminado, creo que tenemos el poder interior de desafiar cualquier destino. He aprendido que podemos cambiar todas las relaciones que hemos establecido en nuestras vidas: Podemos cambiar las relaciones que tenemos con los miembros de nuestra familia, con nuestros amigos, nuestros jefes y compañeros de trabajo, la relación que tenemos con nosotros mismos, con Dios, con Cafh, y con todo lo que nos rodea. Solamente necesitamos conciencia, fuerza y voluntad para hacerlo. Somos como una increíble obra de arte inacabada, que puede moldearse y contemplarse a sí misma.

¡Cambiar nuestras relaciones es cambiarnos a nosotros mismos!

Que la Divina Madre bendiga siempre todas nuestras relaciones y nos ayude a crear un mundo mejor para todos…